La Revolución del 24 de abril de 1965
La guerra civil, iniciada el 24 de abril de 1965, fue la culminación del proceso de lucha que había comenzado con la eliminación física del dictador Rafael L. Trujillo en 1961.
La juventud dominicana de entonces, surgida en un clima de
limitaciones políticas y el miedo impuesto por la tiranía encontró el
espacio y el tiempo soñado y cumplió con su palabra de triunfar o morir
en la lucha por la libertad y la democracia de la República Dominicana.
Como resultado de ese movimiento se establecieron en territorio
dominicano dos Gobiernos totalmente antagónicos: uno llamado Gobierno
Constitucional y otro denominado Gobierno de Reconstrucción Nacional.
El recientemente fallecido general Elías Wesin y Wesin fue uno de los
que lideraba la facción de las Fuerzas Armadas que produjo el Golpe de
Estado al primer presidente democráticamente electo, profesor Juan
Bosch. Así le comenté al vigilante de mi casa ésta mañana ante su
pregunta de quien era él.
A pesar de que lamenté su muerte como igual hubiese lamentado la de
cualquier otro ser humano, incluyendo los miles de jóvenes que
asesinaron por haber cometido el delito de reclamar la vuelta a la
constitución de 1963. No podía decirle lo contrario, porque no me iba a
engañar a mí mismo, diciéndole lo que no creía.
Es justo decir que aquel episodio histórico fue lo que provocó la
gesta del 24 de Abril de 1965. Y es que, el profesor Juan Bosch, apenas
siete meses de haberse juramentado como primer presidente constitucional
de la República Dominicana, (tras los 30 años de la dictadura de Rafael
Leonidas Trujillo), fue derrocado porque impulsó la constitución de
1963, considerada por muchos como la más liberal de América Latina.
Para que no siga ocurriendo lo que me comentó el vigilante de mi
casa, sería bueno que le pongamos nombres y apellidos a los hombres y
mujeres de Abril de 1965. Recordemos que Abril de 1965 es Juan Bosch,
Yolanda Guzmán, José Francisco Peña Gómez, Hilda Gautreau, Francisco
Alberto Caamaño, Piki Lora, Rafael Fernández Domínguez, y muchos más.
Valoremos aquella proeza histórica como un ejemplo de que cuando un
pueblo decide ser el artífice de su destino no hay fuerza que lo
detenga. Pensemos que valió la pena la lucha, porque si hoy tenemos
ciertos avances democráticos, se lo debemos ciertamente, a la su
sangre, sudor y lágrimas que derramaron por la Patria.l