Obama tendrá que aprender español
A propósito de este día, vale la pena revisar cuál ha sido la
política de Estados Unidos con respecto a la región latinoamericana y
reflexionar sobre posibles cambios en el segundo mandato.
La atención diplomática de Estados Unidos estuvo ausente en el
continente americano durante la década pasad, convirtiéndose
prácticamente en un fantasma para la región. En el año 2000, el
presidente George W. Bush dijo que empezaba la década del continente
americano, y se hablaba incluso de un nuevo espíritu de Washington con
respecto a México y América Latina, pero todos sabemos lo que pasó.
Un año después Estados Unidos concentró sus esfuerzos en la guerra
contra el terrorismo, luego en la reconstrucción de Iraq y Afganistán.
Después vino la crisis financiera global y especialmente la europea,
posteriormente las revueltas en el mundo árabe, temas a los que durante
los dos mandatos de Bush y durante el primer mandato de Obama se ha dado
prioridad en menoscabo de la relación con América Latina.
Y mientras, la región ha cambiado dramáticamente. Por un lado,
Sudamérica está inmersa en un proceso de integración, impulsado
especialmente, desde mi punto de vista, por Brasil y Argentina. Por el
otro, en casi toda la región, excepto Cuba, la democracia, la
participación electoral es hoy la norma. Hay procesos democráticos
frecuentes y traspasos del poder pacíficos. Los latinoamericanos tienen
hoy partidos políticos sólidos e instituciones democráticas.
Hay además dos modelos de desarrollo económico. Por un lado, están
las economías más orientadas hacia la apertura comercial y el libre
comercio. México, Chile, Colombia y Perú, todos con acuerdos comerciales
con Estados Unidos y todos seducidos por el libre comercio.
Por el otro, están las naciones con modelos económicos mixtos,
algunos dirían populistas: Argentina, Brasil y Venezuela, exportadores
de commodities, más relacionados en el comercio intrarregional y en
algunos casos con Europa, que conectados con la economía estadounidense.
De igual forma, pese a no ser una democracia, Cuba está cambiando. La
semana pasada se anunció que los cubanos ya podrán viajar fuera de sus
países con un pasaporte en mano, y tras la entrada en vigor de esa
medida, se vieron largas filas en las embajadas y consulados de varios
países representados en La Habana. Los cubanos quieren salir de Cuba,
pero ya veremos si también quieren regresar.
Algunos avances se mezclan con retrocesos peligrosos. Lo que está
sucediendo en Venezuela es crítico para el futuro de la región. La
oposición venezolana denuncia que se está dando un verdadero autogolpe
de Estado y que se está violando la Constitución con la toma de posesión
en ausencia de Hugo Chávez. En Argentina, la presidenta Cristina
Fernández ya está buscando una reforma constitucional para poder buscar
una tercera reelección al cargo.
Aunado a los retrocesos democráticos, se encuentran también
claramente los peligros de seguridad que enfrentan México, Centroamérica
y los países productores de droga en la región andina: Colombia, Perú y
Bolivia. Tal vez es en este tema en el que más atención ha prestado el
gobierno de Obama, pero me parece que lo ha hecho de una forma no
adecuada e incluso equivocada.
La Iniciativa Mérida y el Plan Colombia han sido los modelos tomados
como ejes rectores de la política de cooperación bilateral con cada uno
de los países productores de drogas. Y esas iniciativas no están
reduciendo ni el consumo en la región, ni mucho menos en Estados Unidos,
ni están reduciendo la violencia en ningún lado.
Obama asume la presidencia nuevamente, pero cambiarán algunos de los actores fundamentales para la relación con América Latina.
En el gabinete de Obama habrá un nuevo secretario de Estado y un
nuevo secretario de Defensa. Ojalá que ese cambio de actores signifique
un renovado interés estadounidense por estar presente en el Hemisferio
Occidental, sin los ánimos intervencionistas de las décadas de la Guerra
Fría y con un renovado entendimiento de que la región latinoamericana
ha cambiado para bien, y de que los retos de la seguridad no se
resuelven, desde mi punto de vista, cuidando el negocio de la venta de
armas estadounidenses a los ejércitos latinoamericanos, sino con un buen
debate sobre los nuevos enfoques para combatir este problema común, que
toca también el tema de la legalización.
Obama tiene cuatro años más, lo que significa una oportunidad más
para que el presidente empiece a interesarse por aprender el español.
Fuentes: http://cnnespanol.cnn.com

