El anhelo de una Nochebuena
Sentados en sillas plásticas deterioradas por
el tiempo, el pequeño Luis y su madre Altagracia esperan la llegada de
“Lilo”, el padre, con la noticia de que alguien les regaló algún
alimento o que logró vender un pedazo de metal para poder comer.
Hoy,
día de Nochebuena, no saben si se llevarán a la boca un pedazo de pan,
una manzana o algún dulce de Navidad, ya que la miseria y la necesidad
es lo único que conocen.
El sustento del hogar descansa en los
hombros de Ventura Rivera (Lilo), de 60 años de edad, quien sale desde
muy temprano de su pequeña casa construida por él mismo de madera y
hojas de lata a la orilla de una cañada. No regresa hasta que logra
vender en su carretilla los pedazos de hierro que recoge. “Ayer él tuvo
que empeñar su celular para que pudiéramos comer, porque no vendió
nada”, contó Altagracia Ortiz, su esposa.
Dijo que ella no puede
ayudar a Lilo como le conocen en el barrio La Fe, Los Alcarrizos, en
Santo Domingo Oeste, porque no tiene cédula y no le dan empleo.
La
dama de 34 años dijo que se dedica a brillar calderos y con ello aporta
aunque sea para darle de comer a Luis. Su mirada es de poca esperanza.
Su pequeño, con una sonrisa inocente dice que espera a su padre,
mientras juega entre el polvo, la basura y el hedor que produce la
cañada.
Extrema pobreza
El piso de la casa es la tierra, la estufa es un anafe y el jardín para el pequeño Luis jugar es la orilla de una cañada. La casita, hecha de pedazos de madera y hojas de lata no tiene ventanas ni baño y su techo de zinc roto provoca que cada vez que llueve se mojen las dos pequeñas camas que les regalaron. Para hacer sus necesidades fisiológicas tienen que usar el baño de los vecinos, y para vestirse buscar quién les done la ropa.
El piso de la casa es la tierra, la estufa es un anafe y el jardín para el pequeño Luis jugar es la orilla de una cañada. La casita, hecha de pedazos de madera y hojas de lata no tiene ventanas ni baño y su techo de zinc roto provoca que cada vez que llueve se mojen las dos pequeñas camas que les regalaron. Para hacer sus necesidades fisiológicas tienen que usar el baño de los vecinos, y para vestirse buscar quién les done la ropa.
Tampoco
tienen donde guardar algún alimento, porque no tienen nevera, tampoco
lavadora. “Lo que ves aquí se lo han regalado a mi esposo, porque no
tenemos de dónde comprar”, dijo Altagracia apenada.
Cada día es la
misma rutina para esta familia. Lilo sale a vender pedazos de hierro y
Altagracia y su hijo esperan sentados en las sillas rotas mirando a la
calle para verlo llegar. La Navidad que para muchos es la época favorita
del año, para esta familia es solo un mes más del año, donde tienen que
luchar para sobrevivir.
Pero a pesar de su realidad, sueñan con
pasar una Nochebuena diferente, con una mesa, que en lugar de estar
vacía tenga por lo menos una manzana y que Lilo regrese a casa temprano
para cenar. Que su casa no esté a la orilla de una cañada, que el
pequeño Luis tenga un verdadero juguete, que vaya a la escuela y no
tenga la necesidad de buscar comida donde los vecinos.
Lo último
que se llevó a la boca fue un pan con coditos que preparó Altagracia en
el anafe, del cual no comió porque solo dio para el pequeño, mientras
espera la llegada de su esposo que aun permanece por las calles con su
carretilla.
Si no llega con algunas monedas en su bolsillo, no
tendrán ni tan solo para comprar un pedazo de pan y colocarlo en
Nochebuena sobre su pequeña y deteriorada mesa. “Si aparece algo
comemos, sino, veremos que se hace o si los vecinos nos pasan algo para
comer o le regalan algo a Lilo”, expresó con pocas esperanzas la dama.
Además de miseria, “muerte civil”
Sus padres murieron y no fue declarada. Altagracia contó con angustia que ha hecho lo posible por tener una cédula y declarar a su hijo que con siete años de edad no ha podido ingresar a la escuela.
Sus padres murieron y no fue declarada. Altagracia contó con angustia que ha hecho lo posible por tener una cédula y declarar a su hijo que con siete años de edad no ha podido ingresar a la escuela.
“Yo quisiera que fuera a la escuela pero no puede porque no he podido declararlo”, expresó.
Altagracia
dijo que está tratando de que una tía pueda ayudarle para obtener su
cédula de identidad. Afirmó que llegó a los 19 años a la capital desde
la comunidad La Colonia en la provincia de Azua, donde en ocasiones va
de visita porque tiene otros cinco hijos viviendo allá.
Estos viven con el padre, ya que ella no tiene recursos económicos suficientes ni un techo adecuado y seguro para tenerlos.
Mientras
que Lilo, oriundo de Villa Altagracia, tiene también otros cinco
hijos, los cuales no le ayudan a sustentarse. a uno de ellos tiene que
recurrir a pedirle prestado cuando no tiene dinero, para comprar
alimentos para su familia.
Para comunicarse con esta familia, las personas pueden llamar al teléfono 829-288-0388.
Fuentes: http://www.listindiario.com