La explotación sexual de jóvenes en India es un "callejón sin salida"
Mientras cae la
tarde, las adolescentes comienzan a sentirse nerviosas. Reunidas en
grupo, algunas guardan silencio, otras se agitan. La gran sala de la
residencia se llena con una atmósfera de miedo y ansiedad.
Una de las niñas se desmorona al recordar su experiencia en el burdel
Hyderabad de donde fue rescatada hace solo unos días. Durante dos
semanas la mantuvieron sedada y la ofrecían a clientes en un estado
inconsciente antes de que le permitieran comer.
La habitación se vuelve un caos mientras se develan los horribles detalles de su captura. Dominada por la emoción, Jyothi, de 14 años, lucha por recuperar el aliento que le ha quitado el llanto. Kavya, de 16, también está inconsolable. Vijayalaxmi golpea su cabeza contra la pared, y otras menores tiemblan y se mecen. Todas lloran. Algunas murmuran para sí mismas mientras que se empeñan en ser escuchadas.
La habitación se vuelve un caos mientras se develan los horribles detalles de su captura. Dominada por la emoción, Jyothi, de 14 años, lucha por recuperar el aliento que le ha quitado el llanto. Kavya, de 16, también está inconsolable. Vijayalaxmi golpea su cabeza contra la pared, y otras menores tiemblan y se mecen. Todas lloran. Algunas murmuran para sí mismas mientras que se empeñan en ser escuchadas.
Las escenas en esta casa para niñas en el distrito Prakasam, de
Andhra Pradesh en India, son desgarradoras. Jóvenes desde los 13 años
son traídas al refugio temporal tras ser liberadas de los traficantes
sexuales y burdeles de grandes ciudades como Hyderabad y Mumbai. Cada
una sufrió varios grados de abuso, tortura, esclavitud y trato inhumano.
El hogar está lleno hasta su máxima capacidad. Constantemente recibe a
alguien nuevo mientras que el Gobierno lucha por combatir el tráfico
sexual de niños a gran escala.
Andhra Pradesh cuenta con casi la mitad de los casos de comercio
sexual, la mayoría involucra a adolescentes. De acuerdo con los cálculos
de la policía, unas 300,000 mujeres y niñas han sido intercambiadas
para la explotación sexual de Andhra Pradesh, de éstas solo 3,000 han
sido rescatadas, hasta ahora.
Prakasam es relativamente próspero, es el cuarto lugar en términos de
producto interno bruto per cápita en la India, pero también es el hogar
de algunas de las personas más pobres en el país.
Los comerciantes sexuales son tan organizados que los traficantes se
implantan hasta en los pueblos más remotos, orillando a las jóvenes de
hogares pobres a la explotación sexual, y la esclavitud por toda la
India. Promesas de matrimonio, de trabajo, y hasta de comida son
utilizadas para sacar a las mujeres de sus casas, solo para forzarlas a
ser parte del negocio.
Sunitha era amiga de su vecino, quien le prometió un mejor trabajo en
Hyderabad. La vendieron a un operador que la llevó a un burdel en la
ciudad. La joven dice que la forzaron a tener sexo a cambio de cupones y
si servía a 250 clientes podrían ser canjeados por una comida mejor.
La naturaleza de algunos de los ataques sexuales perpetrados a las
niñas son tan gráficos que no se pueden publicar los detalles. No es de
sorprenderse que cuando se llevan a las niñas al albergue, su mente y
cuerpo tienen un trauma profundo.
“Algunas llevan días, otras hasta meses antes de que puedan contar lo
que pasó”, dice Ramamohan, de HELP, una ONG que administra el albergue.
“Tenemos situaciones en las que muchachas rescatadas de burdeles se
arrancan la ropa en las noches y exigen sexo y alcohol”.
Para algunas, el trauma es tan severo que el impacto en su salud
mental es irreversible: Lakshmi no ha dicho una palabra desde que llegó
hace semanas, dicen los trabajadores de la casa. Se esconde de los
extraños y ha tenido regresiones de alguien mucho menor.
En el 2005, la Comisión de Derechos Humanos Nacional de la India
(NHRC, por sus siglas en inglés) estimó que 44,000 niños desaparecen de
sus casas cada año. De los cuales, 11,000 nunca son encontrados. Un
reporte de 1998 arrojó que los niños constituían más del 40% de las
personas que son traficadas para explotación sexual en el país.
Un estudio en India de la campaña EPCAT para acabar con el tráfico
sexual de niñas, descubrió que tres de cada 10 niñas traficadas son
infectadas con SIDA, enfermedades de transmisión sexual (ETS) y otros
problemas ginecológicos.
Sudha tiene solo 16 años, es madre de un bebé de tres años, y es
tratada por una ETS. Dice que su marido la forzó a prostituirse para
poder pagar una deuda que tenía con un pariente que le había prestado
dinero para comprarse una motocicleta. “Solo me aceptará de regreso si
continuo en el negocio sexual para él”, comenta.
La mayoría de las niñas que forman parte de la explotación sexual,
provienen de barrios rurales de la India en extrema pobreza. Las
estructuras sociales y las predisposiciones de género arraigadas
profundamente significa que son las personas más pobres, con más
desventajas incluso dentro de sus propias comunidades. Las niñas por lo
general dejan la escuela mucho antes que sus hermanos, se les asignan
tareas de la casa y muchas veces cuidan de sus hermanos mientras que sus
padres van a trabajar.
En muchos casos, las niñas simplemente son abandonadas al cuidado de
vecinos, ya que sus padres se van a trabajar por temporadas a las
ciudades. Con apenas siete años, encontraron a Sravani vagando por las
calles de un pueblo local sin comida o agua después de que sus padres la
abandonaron y se fueron a Hyderabad para buscar trabajo. Ahora ella
está en un refugio.
“No solo es pobreza si no una neglicencia y discriminación general de
las niñas, lo que las hace vulnerables a la explotación y el abuso”,
dice Bhavani SV de Plan India.
La ONG apoya a la recuperación y rehabilitación de las niñas
rescatadas en casas aleatorias. Se les impulsa a seguir con su educación
y son parte del entrenamiento para asegurar un trabajo decente o montar
su propio negocio.
En la unidad de refugio de Prakasam, las recién llegadas Meena y
Vasanthi preparan masa para bollos bajo la mirada de la supervisora
Raji. Las aprendices sonríen cuando sacan las hogazas de pan del horno.
“Nuestro pan ya es muy famoso en los pueblos cercanos”, dice Meena.
“Espero encontrar un día un trabajo en una gran panadería en el pueblo”.
A unos metros de ahí, se lleva a cabo un curso rápido de belleza.
Una entrenadora tiene la atención de un grupo ansioso por aprender
mientras que muestra los aspectos básicos sobre maquillaje. Hay mucha
discusión acerca de las elecciones de las sombras de ojos y los colores
del brillo de labios.
Por unos momentos, las niñas pueden olvidar sus circunstancias, y
regresar unas divertidas jovencitas. Algunas tienen la esperanza de
emprender una nueva vida. “Quiero ser especialista en belleza. Este es
mi curso favorito”, dice Bajiyamma.
Sin embargo, Vijayalaxmi lucha. Su humor cambia de optimista a
desesperada. Como de unos 20 años, ella se encuentra entre las mayores
del grupo, y también tiene miedo por su futuro. Vijayalaxmin lleva más
de un año en la casa y aún espera que su familia la acepte de regreso.
“Me di por vencida”, dice ella.
Los miedos de Vijayalaxmi reflejan una realidad oscura: la mayoría de
las jóvenes rescatadas del trabajo sexual nunca son aceptadas por sus
familias y comunidades. Las que llegan a serlo son estigmatizadas y
viven en el prejuicio, lo que les hace imposible recuperar una vida
normal. Las niñas sufren de una pérdida total de autoestima. A la
mayoría las consume la culpa por vivir una vida "inmoral" como
trabajadora sexual en una ciudad gobernada por sanciones y costumbres
tradicionales.
Muchas veces ni queridas ni bienvenidas, las víctimas se encuentran
atrapadas en una larga vida de destitución y esclavitud. Algunas veces
la única opción es regresar al comercio. Casi ocho de cada 10 víctimas
se ven forzadas a regresar a las calles y a los burdeles después de la
rehabilitación, de acuerdo con la policía de Andhra Pradesh.
Muchos de sus traficantes no son castigados, y mantienen un mercado
sexual exitoso. A pesar de que muchas niñas son rescatadas de burdeles
cada año, la policía dice que el rango de convicciones de los
perpetradores bajo la Ley de Prevención de Tráfico Inmoral nacional es
bajo.
Esto deja a muchas trabajadoras sexuales solas y sin ayuda, y varias
de ellas no pueden romper el círculo. Otras tantas nisiquiera existen en
los récords oficiales, se quedan sin papeles de identificación y las
excluyen del poco apoyo de bienestar que les puede dar el estado, como
el de raciones de comida con descuento.
Sujatha vende sexo en las calles para sobrevivir. Es analfabeta,
tiene SIDA y vive con su hija de nueve años en las faldas de
Rajahmundry. Cuando fue a la oficina gubernamental local para pedir una
tarjeta de ración la rechazaron porque no tenía una dirección
permanente. “Me dijeron que podía ganar más con unas cuantas horas
extras de trabajo sexual y así no necesitaría las raciones subsidiadas”,
dijo.
Kandula Durgesh, miembro del consejo legislativo del estado de Andhra
Pradesh, concuerda que es largo el camino por recorrer antes que los
trabajadores sexuales puedan tener acceso a los derechos básicos para su
bienestar. “La sensibilización debe de empezar desde la legislatura a
nivel político y administrativo”, comentó el funcionario.
El apoyo de rehabilitación para las mujeres explotadas sexualmente es
prácticamente inexistente y muchos o no pueden tener acceso o deciden
regresar al comercio sexual.
Solo los trabajadores con SIDA como Sujatha tienen derecho a un apoyo
financiero mensual de parte del estado que son menos de cuatro dólares.
Pero incluso los que califican, muy rara vez lo reciben.
Situaciones como esta hacen que el trabajo de las organizaciones como
Plan International y otras ONGs sea un gran reto por cumplir.
“Nuestros esfuerzos se enfocan no solo en rehabilitar a las niñas
rescatadas si no también en prevenir a que las niñas sean forzadas al
trabajo sexual a través del tráfico. No podemos ganar esta batalla a
menos que el gobierno, la sociedad civil, y las comunidades se movilicen
activamente para terminar la trata de humanos”, dice Bhavani.
En la casa de Prakasam ya oscureció, una tarde incómoda y silenciosa
es remplazada por una mañana cargada de emociones. Jyothi tiene fiebre y
le ayudan dos muchachas a recostarse en una colchoneta en el piso.
Otras se sientan quietas con sus espaldas hacia la pared.
Vijayalaxi sigue en la orilla. Con lágrimas en su cara ella repite:
“Quiero irme a casa”. Otra vez sus padres le negaron la oportunidad de
volver.
Fuentes: http://cnnespanol.cnn.com